EL TRATADO DE ROMA, ¿continúa?
El 25 de marzo de 1957 se firmaron en Roma dos
tratados que daban existencia a la Comunidad Económica Europea (CEE) y a la
Comunidad de la Energía Atómica (EURATOM). Los firmantes del histórico acuerdo
fueron Francia, los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Italia y la República
Federal de Alemania.
El Tratado que instituía la CEE, tenía como objetivo
político la integración progresiva entre los diversos países miembros,
creándose una unión aduanera. Por ello, la CEE fue conocida popularmente como
el "Mercado Común". Ante el éxito económico que trajo la mayor
fluidez de los intercambios comerciales, el 1 de julio de 1968 se suprimieron
todos los aranceles internos entre los estados comunitarios y se adoptó un
Arancel Aduanero Común para todos los productos procedentes de terceros
países.
Este mercado común afectaba a la libre circulación de
bienes, debido a que el libre movimiento de personas, capitales y servicios
siguió sufriendo importantes limitaciones. El impulso definitivo se dio en 1987 con la
firma del Acta Única de 1987, que llevó a que en 1992 se estableciera un
mercado unificado.
Otro elemento esencial del Tratado fue una Política
Agrícola Común (PAC), que establecía la libre circulación de productos
agrícolas dentro de la CEE y la adopción de políticas fuertemente
proteccionistas. Con el objetivo de financiar la PAC, se creó, en 1962, el Fondo Europeo de
Orientación y Garantía Agrícola (FEOGA). La PAC sigue absorbiendo la mayor parte del
presupuesto comunitario y es uno de los aspectos más necesitados de reforma.
El Tratado de Roma también estableció la prohibición
de monopolios, algunas políticas comunes en transportes, y la concesión de
algunos privilegios comerciales a los territorios coloniales de los estados
miembros.
La CEE va a tener una serie de instituciones: la Comisión, el Consejo, la Asamblea Europea
(posteriormente el Parlamento Europeo), el Tribunal de Justicia y el Comité Económico
Social cuyas competencias se irán ampliando y matizando en los diversos acuerdos y
tratados que fueron modificando en los años posteriores el Tratado de
Roma.
Se trataba, en definitiva, de iniciar un proceso en el
que la progresiva integración económica condujese al final de la unión
política.
El principal problema político con el que arrancó la
CEE fue la opción de Reino Unido de mantenerse al margen por las siguientes
razones:
·
La importancia de sus lazos comerciales, políticos e, incluso,
sentimentales con sus colonias y ex-colonias, agrupadas en su mayoría en la
Commonwealth.
·
Su negativa a ingresar en una unión aduanera. Londres defendía la creación
de una zona de libre cambio, en la que se abolieran los derechos de aduana internos,
pero en la que cada país tuviera libertad para poner sus propios aranceles con
respecto a los países terceros.
·
La nula voluntad británica de embarcarse en un proyecto en el que a largo
plazo se planteaba el objetivo de unidad política europea.
Tras fracasar las negociaciones para su ingreso en la
CEE, el gobierno británico propició la creación de la Asociación Europea de Libre
Comercia (EFTA), a la que se adhirieron Suecia, Suiza, Noruega, Dinamarca,
Austria y Portugal. Esta asociación, que huía de cualquier proyecto de
integración política, fue una mera zona de libre comercio, esencialmente de
productos industriales, y no recogía ningún tipo de arancel común.
Con todo esto, los británicos se dieron cuenta pronto
de su error, pues observaron que mientras la CEE tenía un crecimiento económico
espectacular, ellos continuaban con su tendencia decadente con respecto a los
países del continente. Así, en agosto de 1961, el primer ministro británico,
solicitó el inicio de negociaciones para el ingreso del Reino Unido. Sin
embargo, tras diversos intentos negociadores, el líder francés, Charles De Gaulle, vetó en 1963 el
ingreso británico en la CEE. Cuando, en 1967, el gobierno laborista de Harold Wilson volvió a solicitar el ingreso en la CEE, el general francés volvió a
vetar la adhesión del Reino, esto
conllevo, que hasta la dimisión De Gaulle en 1969, no se
abriera la puerta para la adhesión británica.
Venciendo la oposición de la opinión pública
británica, contrarias a la adhesión a la CEE y claramente "antieuropeas",
finalmente las negociaciones terminaron con éxito en 1972. En 1973, tres nuevos
países ingresaron en la CEE: el Reino Unido, Dinamarca e Irlanda. Nacía la
"Europa de los Nueve". Los noruegos votaron en contra del ingreso manteniéndose al margen de la Comunidad.
Tras su ingreso
Reino Unido, luchó con éxito por reducir sus aportaciones al presupuesto común,
gracias al llamado “cheque británico” y prefirió quedarse al margen en cuanto a
la moneda única. Por otro lado, debemos
destacar que ha optado por la oposición a las escasas políticas sociales
puestas en marcha a nivel europeo. Junto con esto, lo grupos anti-europeístas
han aprovechado la multiplicación de las grietas en el edificio europeo, para
propiciar la salida de la Unión Europea, hecho que se vio
favorecido, a principios de 2013 cuando el primer ministro británico, David Cameron,
anunció la celebración de esta consulta si ganaba las elecciones generales de 2015. Cameron
lo hizo en respuesta a las presiones ejercidas por parlamentarios de su partido
y por miembros del UKIP (Partido por la Independencia del
Reino Unido), que defendían que los británicos "no se han podido pronunciar
desde la consulta de 1975 en la que votaron a favor—67% de los sufragios— de
permanecer en el bloque comunitario".
Sin embargo, este
hecho tendría considerables consecuencias económicas para España, la Unión
Europea y, el Reino Unido.
Analicémoslas:
Para España:
1. El efecto más
inmediato fue la caída de la Bolsa de Madrid debido a la intensidad de
relaciones económicas mutuas.
2. Reino Unido es el principal origen del turismo
español. En 2015 nos visitaron 15,5 millones de turistas británicos, que supusieron
la cuarta parte del total, con unos gastos que ascendieron a unos 14.000
millones de euros (el 21% de los ingresos turísticos totales).
3. Los británicos que residen permanentemente en
España son unos 300.000 (la tercera nacionalidad más numerosa); otro medio
millón, reside parte del año.
4. Reino Unido es el
principal destino para la emigración española.
5. Reino Unido es también el destino del 14% de
la inversión española directa en el exterior, que tiene especial fortaleza en
el sector financiero, y el origen del 10% de la que recibimos.
6. La existencia de la
anacrónica colonia de Gibraltar.
Para la Unión Europea,
los efectos serían poco importantes debido al tamaño de la suma de las
economías continentales frente a la británica. Como efectos más negativos,
destacamos:
1. La burbuja de
especulación que se formaría sobre el futuro del proyecto de integración europea,
surgiendo incertidumbres sobre el futuro del euro.
2. La Unión Europea
tendrá claros incentivos a la dureza en las negociaciones con el Reino Unido, para
evitar que su caso sea imitado por otros países miembros.
3. Cambio en el
equilibrio de poderes dentro de la Unión Europea. El reflejo institucional de
la salida británica (en el Parlamento Europeo, la Comisión, el Consejo…)
reforzará la hegemonía germana.
Para Reino Unido, se
estima que sufrirá los efectos económicos más negativos:
1. Incertidumbre ante los
futuros acuerdos con la Unión Europea.
2. Dimisión del Primer
Ministro para dentro de unos meses.
3. Reavivación de las tensiones
independentistas en Escocia e Irlanda del Norte, poniendo en serio riesgo la
integridad territorial.
4. Alto grado de
incertidumbre sobre la inversión (tanto doméstica como extranjera) y el consumo
5. Casi la mitad de la
inversión extranjera directa localizada en el Reino Unido proviene del resto de
la Unión Europea.
6. Depreciación de la
libra, reduciendo las ganancias en euros o dólares de las empresas.
Frente a estas
evidentes consecuencias, calificadas por sus promotores como “Proyecto del
miedo”, las supuestas ventajas prometidas son las siguientes:
1. El ahorro de dejar de
contribuir al presupuesto común de la Unión Europea es realmente muy pequeño.
Cada país aporta a ese presupuesto aproximadamente un 1% de su renta nacional.
A lo que el Reino Unido aporta (cifra en la que se suele centrar el debate) hay
que restar lo que recibe, en forma de fondos agrarios y regionales (sobre todo
en Escocia, Gales e Irlanda del Norte).
2. El llamado “cheque
británico” garantiza que a este país se le devuelvan dos tercios del saldo neto
negativo resultante.
3. Respecto al control
de la inmigración, ésta incluye personas (a menudo jóvenes y cualificadas) que
la economía británica necesita. No quitan puestos de trabajo a los nativos,
pues el paro es inexistente (del 5%).
4. Por último, la
recuperación de la soberanía legislativa y el acceso al Mercado Único son
objetivos contradictorios. No es posible lograr ambos al mismo tiempo. Cuanto
mayor sea el acceso al Mercado Único, más serán las normas comunitarias a
cumplir, de forma que se compita en igualdad de condiciones y se respeten los
estándares europeos. El cambio fundamental residirá en que los británicos
tendrán que cumplir una legislación europea en cuya formulación habrán dejado
de participar. Curiosa forma de ganar soberanía, como puede verse.
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