domingo, 27 de noviembre de 2016

El Tratado de Roma (1957)


EL TRATADO DE ROMA, ¿continúa?


El 25 de marzo de 1957 se firmaron en Roma dos tratados que daban existencia a la Comunidad Económica Europea (CEE) y a la Comunidad de la Energía Atómica (EURATOM). Los firmantes del histórico acuerdo fueron Francia, los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Italia y la República Federal de Alemania.

El Tratado que instituía la CEE, tenía como objetivo político la integración progresiva entre los diversos países miembros, creándose una unión aduanera. Por ello, la CEE fue conocida popularmente como el "Mercado Común". Ante el éxito económico que trajo la mayor fluidez de los intercambios comerciales, el 1 de julio de 1968 se suprimieron todos los aranceles internos entre los estados comunitarios y se adoptó un Arancel Aduanero Común para todos los productos procedentes de terceros países. 

Este mercado común afectaba a la libre circulación de bienes, debido a que el libre movimiento de personas, capitales y servicios siguió sufriendo importantes limitaciones.  El impulso definitivo se dio en 1987 con la firma del Acta Única de 1987, que llevó a que en 1992 se estableciera un mercado unificado.

Otro elemento esencial del Tratado fue una Política Agrícola Común (PAC), que establecía la libre circulación de productos agrícolas dentro de la CEE y la adopción de políticas fuertemente proteccionistas. Con el objetivo de financiar la PAC, se creó, en 1962, el Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agrícola (FEOGA). La PAC sigue absorbiendo la mayor parte del presupuesto comunitario y es uno de los aspectos más necesitados de reforma.

El Tratado de Roma también estableció la prohibición de monopolios, algunas políticas comunes en transportes, y la concesión de algunos privilegios comerciales a los territorios coloniales de los estados miembros.

La CEE va a tener una serie de instituciones: la Comisión, el Consejo, la Asamblea Europea (posteriormente el Parlamento Europeo), el Tribunal de Justicia y el Comité Económico Social cuyas competencias se irán ampliando y matizando en los diversos acuerdos y tratados que fueron modificando en los años posteriores el Tratado de Roma. 

Se trataba, en definitiva, de iniciar un proceso en el que la progresiva integración económica condujese al final de la unión política.

El "problema británico" y la ampliación de la CEE en 1973

El principal problema político con el que arrancó la CEE fue la opción de Reino Unido de mantenerse al margen por las siguientes razones:

·         La importancia de sus lazos comerciales, políticos e, incluso, sentimentales con sus colonias y ex-colonias, agrupadas en su mayoría en la Commonwealth.

·         Su negativa a ingresar en una unión aduanera. Londres defendía la creación de una zona de libre cambio, en la que se abolieran los derechos de aduana internos, pero en la que cada país tuviera libertad para poner sus propios aranceles con respecto a los países terceros.

·         La nula voluntad británica de embarcarse en un proyecto en el que a largo plazo se planteaba el objetivo de unidad política europea.

Tras fracasar las negociaciones para su ingreso en la CEE, el gobierno británico propició la creación de la Asociación Europea de Libre Comercia (EFTA), a la que se adhirieron Suecia, Suiza, Noruega, Dinamarca, Austria y Portugal. Esta asociación, que huía de cualquier proyecto de integración política, fue una mera zona de libre comercio, esencialmente de productos industriales, y no recogía ningún tipo de arancel común.

Con todo esto, los británicos se dieron cuenta pronto de su error, pues observaron que mientras la CEE tenía un crecimiento económico espectacular, ellos continuaban con su tendencia decadente con respecto a los países del continente. Así, en agosto de 1961, el primer ministro británico, solicitó el inicio de negociaciones para el ingreso del Reino Unido. Sin embargo, tras diversos intentos negociadores, el líder francés, Charles De Gaulle, vetó en 1963 el ingreso británico en la CEE. Cuando, en 1967, el gobierno laborista de Harold Wilson volvió a solicitar el ingreso en la CEE, el general francés volvió a vetar la adhesión del Reino, esto conllevo, que hasta la dimisión De Gaulle en 1969, no se abriera la puerta para la adhesión británica.

Venciendo la oposición de la opinión pública británica, contrarias a la adhesión a la CEE y claramente "antieuropeas", finalmente las negociaciones terminaron con éxito en 1972. En 1973, tres nuevos países ingresaron en la CEE: el Reino Unido, Dinamarca e Irlanda. Nacía la "Europa de los Nueve". Los noruegos votaron en contra del ingreso manteniéndose al margen de la Comunidad.

Tras su ingreso Reino Unido, luchó con éxito por reducir sus aportaciones al presupuesto común, gracias al llamado “cheque británico” y prefirió quedarse al margen en cuanto a la moneda única.  Por otro lado, debemos destacar que ha optado por la oposición a las escasas políticas sociales puestas en marcha a nivel europeo. Junto con esto, lo grupos anti-europeístas han aprovechado la multiplicación de las grietas en el edificio europeo, para propiciar la salida de la Unión Europea, hecho que se vio favorecido, a principios de 2013 cuando el primer ministro británico, David Cameron, anunció la celebración de esta consulta si ganaba las elecciones generales de 2015. Cameron lo hizo en respuesta a las presiones ejercidas por parlamentarios de su partido y por miembros del UKIP (Partido por la Independencia del Reino Unido), que defendían que los británicos "no se han podido pronunciar desde la consulta de 1975 en la que votaron a favor—67% de los sufragios— de permanecer en el bloque comunitario".  

Sin embargo, este hecho tendría considerables consecuencias económicas para España, la Unión Europea y, el Reino Unido.

Analicémoslas:

Para España:

1.       El efecto más inmediato fue la caída de la Bolsa de Madrid debido a la intensidad de relaciones económicas mutuas.

2.        Reino Unido es el principal origen del turismo español. En 2015 nos visitaron 15,5 millones de turistas británicos, que supusieron la cuarta parte del total, con unos gastos que ascendieron a unos 14.000 millones de euros (el 21% de los ingresos turísticos totales).

3.        Los británicos que residen permanentemente en España son unos 300.000 (la tercera nacionalidad más numerosa); otro medio millón, reside parte del año.

4.       Reino Unido es el principal destino para la emigración española.

5.        Reino Unido es también el destino del 14% de la inversión española directa en el exterior, que tiene especial fortaleza en el sector financiero, y el origen del 10% de la que recibimos.

6.       La existencia de la anacrónica colonia de Gibraltar.

Para la Unión Europea, los efectos serían poco importantes debido al tamaño de la suma de las economías continentales frente a la británica. Como efectos más negativos, destacamos:

1.       La burbuja de especulación que se formaría sobre el futuro del proyecto de integración europea, surgiendo incertidumbres sobre el futuro del euro.

2.       La Unión Europea tendrá claros incentivos a la dureza en las negociaciones con el Reino Unido, para evitar que su caso sea imitado por otros países miembros.

3.       Cambio en el equilibrio de poderes dentro de la Unión Europea. El reflejo institucional de la salida británica (en el Parlamento Europeo, la Comisión, el Consejo…) reforzará la hegemonía germana.

Para Reino Unido, se estima que sufrirá los efectos económicos más negativos:

1.       Incertidumbre ante los futuros acuerdos con la Unión Europea.

2.       Dimisión del Primer Ministro para dentro de unos meses.

3.       Reavivación de las tensiones independentistas en Escocia e Irlanda del Norte, poniendo en serio riesgo la integridad territorial.

4.       Alto grado de incertidumbre sobre la inversión (tanto doméstica como extranjera) y el consumo

5.       Casi la mitad de la inversión extranjera directa localizada en el Reino Unido proviene del resto de la Unión Europea.

6.       Depreciación de la libra, reduciendo las ganancias en euros o dólares de las empresas.

Frente a estas evidentes consecuencias, calificadas por sus promotores como “Proyecto del miedo”, las supuestas ventajas prometidas son las siguientes:

1.       El ahorro de dejar de contribuir al presupuesto común de la Unión Europea es realmente muy pequeño. Cada país aporta a ese presupuesto aproximadamente un 1% de su renta nacional. A lo que el Reino Unido aporta (cifra en la que se suele centrar el debate) hay que restar lo que recibe, en forma de fondos agrarios y regionales (sobre todo en Escocia, Gales e Irlanda del Norte).

2.       El llamado “cheque británico” garantiza que a este país se le devuelvan dos tercios del saldo neto negativo resultante.

3.       Respecto al control de la inmigración, ésta incluye personas (a menudo jóvenes y cualificadas) que la economía británica necesita. No quitan puestos de trabajo a los nativos, pues el paro es inexistente (del 5%).

4.       Por último, la recuperación de la soberanía legislativa y el acceso al Mercado Único son objetivos contradictorios. No es posible lograr ambos al mismo tiempo. Cuanto mayor sea el acceso al Mercado Único, más serán las normas comunitarias a cumplir, de forma que se compita en igualdad de condiciones y se respeten los estándares europeos. El cambio fundamental residirá en que los británicos tendrán que cumplir una legislación europea en cuya formulación habrán dejado de participar. Curiosa forma de ganar soberanía, como puede verse.

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